Avidya es el estado de ignorancia que nos impide ver la realidad tal como es. Nos aferramos a lo transitorio, identificándonos con el cuerpo, la mente y las emociones, creyendo que son permanentes. Según los Yoga Sutras de Patanjali, Avidya es la raíz del sufrimiento, ya que genera apego (raga), aversión (dvesha) y miedo a la muerte (abhinivesha).
La ignorancia nos hace buscar la felicidad en lo externo, en lo efímero, sin darnos cuenta de que todo cambia. Creemos que nuestras posesiones, relaciones e incluso nuestra identidad son inmutables, cuando en realidad están sujetas a la ley de Anicca.
Anicca es la impermanencia, la verdad innegable de que todo en la vida está en constante transformación, la principal ley de la naturaleza. Nada permanece igual: los cuerpos envejecen, las emociones fluctúan y las circunstancias cambian. Resistirse a este flujo natural causa sufrimiento, el camino es integrar y aceptar la impermanencia.
La práctica del yoga es un proceso de ganar consciencia. El yoga tradicional nos invita a no apegarnos a los avances o resultados físicos o mentales, puesto que cada día el cuerpo va envejeciendo, cada día la mente no está igual de concentrada. Trabajando el desapego del resultado de la práctica, cultivamos la conciencia de que todo es pasajero, incluyendo nuestros pensamientos y preocupaciones.
Una práctica constante de meditación, donde trabajamos la observación, la ecuanimidad, donde permanecemos atenta/os viendo los pensamientos pasar, nos permite integrar la impermanencia, desintegrando la ignorancia.
Una práctica tradicional de yoga, une las prácticas al yoga del conocimiento, Jnana Yoga, y uno no puede ser sin el otro. Cuando estas dos vertientes se unen nos damos cuenta de que lo único eterno es la conciencia pura, el Atman, mientras que todo lo demás es transitorio.
Cuenta una antigua historia que un sabio vivía junto a un río, enseñando a sus discípulos sobre la impermanencia. Un día, un joven acudió a él llorando:
—Maestro , lo perdió todo. Mi familia, mis bienes… siento que el mundo se desmorona.
El sabio, en silencio, lo llevó a la orilla y señaló el agua que fluía.
—Mira el río. Cada gota que ves ahora no será la misma dentro de un instante. Nunca puedes aferrarte al agua, pero sí puedes aprender a navegarla. Así es la vida. Si comprendes Anicca, Avidya se disipará como la niebla bajo el sol.
El joven entendió que el sufrimiento provenía de su resistencia al cambio. Desde entonces, vivió con aceptación, fluyendo con la vida en lugar de luchar contra ella.